El entró, y cuando vio a todos y todas se llevó un susto y tiró todo lo que traía en las manos al suelo. Se quedó blanco y después de recargarse en la pared, preguntó con mucho miedo:
- Pero, ¿Qué hacen aquí? Ustedes no existen.
Todos y todas se quedaron callados. Lo veían con cierto repudio y tristeza. Habían ido a su casa para pedirle justicia, clemencia, acaso piedad. Le dijeron:
-Hemos venido porque queremos que cambies los finales de los cuentos de cada uno donde nos has inventado. No podemos seguir viviendo así, en finales en suspenso, poco claros, terminándose de golpe y, ... y quedándonos a merced de la imaginación de las personas, cual almas en pena.
- Es imposible, dijo el escritor. Los cuentos han sido publicados ya desde hace tiempo, llevan años y décadas en librerías y en las casas de las personas, no puedo cambiar los finales.
- Entonces tu serás uno de nosotros.
- ¿Cómo, si yo los inventé?
- Si claro, como has inventado también este cuento donde tu te has metido, donde el cuento es secuestrado por el cuento, y sus personajes tratando de escapar; todos los cuentos adentro de uno mismo, como un hoyo negro adentro del cuento, absorbiéndolo todo, los personajes, las letras, las palabras, las despedidas, tus viejos amores, las historias. Asómate a la ventana, verás que todo lo que has escrito está allá afuera esperándote para que cambies los finales; pero primero tendrás que cambiar los de nosotros antes de que sea demasiado tarde.
En eso uno de los personajes, una chica psicópata, se acercó al escritor y lo estranguló violentamente hasta dejarlo sin vida. El resto de los personajes intentaron impedir que lo hiciera pero era ya tarde, el escritor había muerto, y con él, obviamente, todos y todas empezarían a morir, lentamente, con todo alrededor, desvaneciéndose en esa habitación, y todos abrazados llorando, tratando de salir de ese cuento que segundos después, desaparecería para siempre.
